LA ETICA EN ARISTOTELES
La distinción entre razón
teórica y razón práctica es antigua. Su primera sistematización lógica se debe
a la metafísica de Aristóteles, que distinguía tres tipos de saberes:
Ü el teórico (relativo al
conocimiento de la verdad),
Ü el práctico (relativo a la
acción entre individuos y ciudadanos) y
Ü el poiético (relativo a la
producción de objetos).
Dejando de lado el saber
poiético (que no nos interesa directamente aqui), se puede decir que, conforme
a la tradición aristotélica, el saber que más directamente interesa a la ética
aplicada no seria propiamente el saber teórico (cuyo objetivo es la
cientificidad, objetividad u “fidedignidad” de nuestros conocimientos), pero,
si, el saber práctico (o “sabiduría práctica”), teniendo en cuenta que ésta se
preocupa de la acción de acuerdo con algún sistema de valores y con la
ponderación de sus consecuencias. Por consiguiente, la razón práctica se
preocuparía esencialmente de la acción que puede ser considerada moral, esto
es, correspondiente al carácter virtuoso del ciudadano.
Pero, para Aristóteles, la
“sabiduría práctica” estaría vinculada a la “sabiduría política”, es decir, al
saber, capaz de justificar las normas y valores para logrear una convivencia
ordenada y sin conflictos, por consiguiente justa, en la cual sea posible
realizar una vida feliz, digna de los humanos y por lo tanto buena (Ética a
Nicómaco). De esta manera, ética y política, moral privada y moral pública
estarían vinculadas.
Para Aristóteles, existiría
también un vínculo entre saber teórico y saber práctico teniendo en cuenta que,
a pesar de ser distintas, la vida práctica (bíos practicós) sería la condición
necesaria de la vida contemplativa o teórica (bíos teoreticós), aunque esta sea
el fin último de la existencia. Por esto, en la visión Aristotélica existirían
principios o fundamentos (arcái) tanto en la teoría como en la práctica, siendo
los primeros preferencialmente formulados por vía deductiva y los segundos por
vía inductiva.
Ahora, por ser un “discurso de
segundo orden” (análisis crítico) de los “discursos de primer orden” (las
morales existentes) y de las prácticas efectivas relacionadas a tales
discursos, la ética tiene algo en común con la epistemología, que es también un
“discurso de segundo orden”, pero sobre los discursos y las prácticas
técnico-científicas. Lo que la ética y la epistemología tienen en común (en lo
que se refiere a “discursos de segundo orden”) es el llamado a la racionalidad,
solamente que, mientras la epistemología se refiere preferentemente a la razón
teórica, la ética se refiere preferentemente a la razón práctica. En resumen,
tanto la razón teórica como la razón práctica serían herramientas
indispensables de la bioética, siendo que la primera permitiría evaluar la
calidad cognitiva y lógica de los raciocinios morales (es decir: su
“consistencia”), al tiempo que la segunda permitiría evaluar la calidad “moral”
de las acciones, legitimadas por tales raciocinios, por la ponderación de sus
consecuencias reales o probables (moralidad de la acción) y/o por el carácter
de su agente (moralidad del agente).
Técnicamente, razón teórica y
razón práctica se distinguen debido al mayor o menor rigor del silogismo. De
hecho, Aristóteles distingue el silogismo propiamente dicho (o “categórico”) del silogismo “práctico.
Pero, Aristóteles postulaba la
existencia de silogismos no completamente consistentes (“no categóricos”), en
los cuales la primera premisa se refería a una característica deseable o a un
objetivo; la segunda identificaría un ejemplo y la conclusión sería una acción
dirigida para la satisfacción del deseo o para atender tal
objetivo. Este tipo de silogismo no es totalmente inteligible y
consistente, porque no ser necesario lógicamente, es decir, válido
independientemente de su dominio de aplicabilidad, teniendo en cuenta que no
hay ningún error lógico si se aceptan o no, las premisas. En resumen, ningún
silogismo práctico en la conclusión de un argumento es lógicamente necesario.
Por lo tanto, la acción que lo puede acompañar no es inmediatamente (lógicamente)
inteligible, teniendo en cuenta que una acción se refiere a una situación
específica y las conclusiones de un silogismo propiamente dicho (“categórico”)
se refieren, al contrario, a situaciones no específicas, es decir: no
contingentes, luego necesarias.
La bioética, en cuanto ética
aplicada, deberá por lo tanto tener en cuenta ambos tipos de raciocinio en sus
trabajos, y es esto lo que genera un campo de conflictos interpretativos y
pragmáticos.
LA ETICA EN NIETZSCHE
Nietzsche aborda la ética desde
diferentes perspectivas. En términos de hoy en día, podemos decir que sus obras
tocan los ámbitos de la metaética,
la ética normativa, y la ética descriptiva.
En lo referente a la metaética, Nietzsche puede
ser clasificado quizá como un escéptico moral. Esto es en la medida en que
afirma que todas las sentencias éticas son falsas, porque cualquier tipo de
correspondencia entre sentencias morales y hechos es ilusoria y mendaz. Esta
afirmación forma parte de aquella otra más general según la cual no existe una
verdad universal, pues ninguna corresponde a la realidad más que de una forma
aparente. En realidad, las afirmaciones éticas, como todas las afirmaciones,
son meras interpretaciones como mínimo siempre parciales sobrepuestas a la
realidad, fundamentalmente ininterpretable.
A veces, Nietzsche puede parecer tener opiniones muy
definidas en lo que es moral e inmoral. Hay que notar, no obstante, que las
opiniones morales de Nietzsche se pueden explicar sin atribuirle la afirmación
de que son ciertas. Según Nietzsche, no necesitamos descartar una
afirmación simplemente porque sea falsa. Al contrario, a menudo afirma que la
falsedad es esencial para la vida. Curiosamente, en sus discusiones figuradas
con Wagner en El
caso Wagner menciona la mentira deshonesta, como opuesta
a la mentira honesta. Posteriormente menciona a Platón como referente sobre
ésta última. Esto debería dar una idea de los múltiples niveles
interpretativos, a menudo aparentemente paradójicos si no se toman las debidas
cautelas hermenéuticas, de su trabajo.
En la disyuntiva entre ética normativa y ética
descriptiva distingue entre la moral de señor y la moral de
esclavo. Aunque reconoce que es muy difícil encontrar un ejemplo real de
alguien que mantenga una u otra moral pura sin algún tipo de yuxtaposición (de
hecho era consciente de estar haciendo historia al vislumbrar «genealógicamente»
esta distinción), las presenta, a lo largo de la historia y actualmente en
tanto que pulsiones humanas atemporales, una en contraste de la otra. Algunos
de estos contrastes de una moral frente a la otra son:
- Interpretación de lo «bueno» y lo «malo» en
oposición a la interpretación de lo «bondadoso» y lo «malvado».
- Moral de la aristocracia frente a la moral del
rebaño, de los esclavos, los oprimidos, los rencorosos por constitución.
- Determinación de valores independientemente de fundamentos predeterminados (Naturaleza) por oposición a valores establecidos sobre fundamentos determinados previamente y no discutidos (dogma).
Estas ideas fueron elaboradas en su libro La
genealogía de la Moral, en el cual además introdujo el concepto clave del resentimiento
como base de la moral del esclavo.
También es conocido como hemos dicho por su frase Dios
ha muerto, mientras en la creencia popular se cree que es Nietzsche de
donde procede esta frase, es puesta en verdad en boca de un personaje, un
hombre loco, en La gaya ciencia. Fue más adelante dicha por el
Zaratustra de Nietzsche. Estas frases malinterpretadas no proclaman una muerte
física, sino un final natural a la creencia de dios. Está altamente
malentendido como una declaración de regocijo, cuando es descrito como un
lamento trágico por el personaje de Zaratustra.
Dios ha muerto es más una observación que una
declaración. Nietzsche no dio argumentos para el ateísmo, sino meramente
observó que, para todos los efectos prácticos, sus contemporáneos vivían como si
Dios estuviera muerto. Nietzsche creía que esta muerte minaba los fundamentos
de la moral y que acabaría por desembocar en el más completo nihilismo y relativismo
moral. Para evitar esto, él creía en la revaluación de los fundamentos de la
moral para comprender mejor los motivos y orígenes subyacentes de los primeros.
De esta manera los individuos podrían decidir por sí mismos si un valor moral
es obsoleto o está desviado por imposiciones culturales o quieren realmente
tomar ese valor como cierto.
LA ETICA EN KANT
La ética kantiana está
contenida en lo que se ha denominado como sus tres obras éticas: Fundamentación
de la Metafísica de las costumbres, Crítica de la razón práctica y Metafísica
de las costumbres. Kant se caracterizó por la búsqueda de una ética o principios
con el carácter de universalidad que posee la ciencia. Para la consecución de
dichos principios Kant separó las éticas en: éticas empíricas (todas las
anteriores a él) y éticas formales (ética de Kant).
Este nuevo planteamiento
acerca de la ética hace de Kant el padre de la filosofía moderna.
La razón teórica formula
juicios frente a la razón práctica que formula imperativos. Estos serán los
pilares en los que se fundamenta la ética formal kantiana. La ética debe ser
universal y, por tanto, vacía de contenido empírico, pues de la experiencia no
se puede extraer conocimiento universal. Debe, además, ser a priori, es decir,
anterior a la experiencia y autónoma, esto es, que la ley le viene dada desde
dentro del propio individuo y no desde fuera. Los imperativos de esta ley deben
ser categóricos y no hipotéticos que son del tipo «Si quieres A, haz B».
En contraposición a la ética a
Kant se encuentra la ética de Santo Tomás de Aquino.
El imperativo categórico tiene
tres formulaciones:
- «Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo
que se torne en ley universal»
- «Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona
como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como
un medio». «Obra como si por medio de tus máximas fueras
siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».
Kant sintetiza su pensamiento,
y en general «el campo de la filosofía en sentido cosmopolita», en tres
preguntas: ¿Qué debo hacer?, ¿Qué puedo saber?, ¿Qué me está permitido
esperar?, que pueden resumirse en una sola: ¿Qué es el hombre?
A la primera interrogante
trata de dar respuesta la moral. A la segunda, el análisis de la Crítica de
la razón pura en torno de las posibilidades y límites del conocimiento
humano. A la tercera trata de responder la religión.
Kant concluye su estudio
epistemológico haciendo especial hincapié en la importancia del deber, que es
donde reside la virtud de toda acción. Al hacer coincidir la máxima de
cualquier acción con la ley práctica, el ser humano habrá encontrado el
principio objetivo y universal del obrar.
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