miércoles, 2 de mayo de 2012

LA ETICA EN ARISTOTELES, NIETZSCHE Y KANT


LA ETICA EN ARISTOTELES






La distinción entre razón teórica y razón práctica es antigua. Su primera sistematización lógica se debe a la metafísica de Aristóteles, que distinguía tres tipos de saberes:

Ü el teórico (relativo al conocimiento de la verdad),

Ü el práctico (relativo a la acción entre individuos y ciudadanos) y

Ü el poiético (relativo a la producción de objetos).

Dejando de lado el saber poiético (que no nos interesa directamente aqui), se puede decir que, conforme a la tradición aristotélica, el saber que más directamente interesa a la ética aplicada no seria propiamente el saber teórico (cuyo objetivo es la cientificidad, objetividad u “fidedignidad” de nuestros conocimientos), pero, si, el saber práctico (o “sabiduría práctica”), teniendo en cuenta que ésta se preocupa de la acción de acuerdo con algún sistema de valores y con la ponderación de sus consecuencias. Por consiguiente, la razón práctica se preocuparía esencialmente de la acción que puede ser considerada moral, esto es, correspondiente al carácter virtuoso del ciudadano.

Pero, para Aristóteles, la “sabiduría práctica” estaría vinculada a la “sabiduría política”, es decir, al saber, capaz de justificar las normas y valores para logrear una convivencia ordenada y sin conflictos, por consiguiente justa, en la cual sea posible realizar una vida feliz, digna de los humanos y por lo tanto buena (Ética a Nicómaco). De esta manera, ética y política, moral privada y moral pública estarían vinculadas.

Para Aristóteles, existiría también un vínculo entre saber teórico y saber práctico teniendo en cuenta que, a pesar de ser distintas, la vida práctica (bíos practicós) sería la condición necesaria de la vida contemplativa o teórica (bíos teoreticós), aunque esta sea el fin último de la existencia. Por esto, en la visión Aristotélica existirían principios o fundamentos (arcái) tanto en la teoría como en la práctica, siendo los primeros preferencialmente formulados por vía deductiva y los segundos por vía inductiva.

Ahora, por ser un “discurso de segundo orden” (análisis crítico) de los “discursos de primer orden” (las morales existentes) y de las prácticas efectivas relacionadas a tales discursos, la ética tiene algo en común con la epistemología, que es también un “discurso de segundo orden”, pero sobre los discursos y las prácticas técnico-científicas. Lo que la ética y la epistemología tienen en común (en lo que se refiere a “discursos de segundo orden”) es el llamado a la racionalidad, solamente que, mientras la epistemología se refiere preferentemente a la razón teórica, la ética se refiere preferentemente a la razón práctica. En resumen, tanto la razón teórica como la razón práctica serían herramientas indispensables de la bioética, siendo que la primera permitiría evaluar la calidad cognitiva y lógica de los raciocinios morales (es decir: su “consistencia”), al tiempo que la segunda permitiría evaluar la calidad “moral” de las acciones, legitimadas por tales raciocinios, por la ponderación de sus consecuencias reales o probables (moralidad de la acción) y/o por el carácter de su agente (moralidad del agente).

Técnicamente, razón teórica y razón práctica se distinguen debido al mayor o menor rigor del silogismo. De hecho, Aristóteles distingue el silogismo propiamente dicho (o “categórico”) del silogismo “práctico.

Pero, Aristóteles postulaba la existencia de silogismos no completamente consistentes (“no categóricos”), en los cuales la primera premisa se refería a una característica deseable o a un objetivo; la segunda identificaría un ejemplo y la conclusión sería una acción dirigida para la satisfacción del deseo o para atender tal objetivo. Este tipo de silogismo no es totalmente inteligible y consistente, porque no ser necesario lógicamente, es decir, válido independientemente de su dominio de aplicabilidad, teniendo en cuenta que no hay ningún error lógico si se aceptan o no, las premisas. En resumen, ningún silogismo práctico en la conclusión de un argumento es lógicamente necesario. Por lo tanto, la acción que lo puede acompañar no es inmediatamente (lógicamente) inteligible, teniendo en cuenta que una acción se refiere a una situación específica y las conclusiones de un silogismo propiamente dicho (“categórico”) se refieren, al contrario, a situaciones no específicas, es decir: no contingentes, luego necesarias.

La bioética, en cuanto ética aplicada, deberá por lo tanto tener en cuenta ambos tipos de raciocinio en sus trabajos, y es esto lo que genera un campo de conflictos interpretativos y pragmáticos.

 
LA ETICA EN NIETZSCHE
 
Nietzsche aborda la ética desde diferentes perspectivas. En términos de hoy en día, podemos decir que sus obras tocan los ámbitos de la metaética, la ética normativa, y la ética descriptiva.
En lo referente a la metaética, Nietzsche puede ser clasificado quizá como un escéptico moral. Esto es en la medida en que afirma que todas las sentencias éticas son falsas, porque cualquier tipo de correspondencia entre sentencias morales y hechos es ilusoria y mendaz. Esta afirmación forma parte de aquella otra más general según la cual no existe una verdad universal, pues ninguna corresponde a la realidad más que de una forma aparente. En realidad, las afirmaciones éticas, como todas las afirmaciones, son meras interpretaciones como mínimo siempre parciales sobrepuestas a la realidad, fundamentalmente ininterpretable.
A veces, Nietzsche puede parecer tener opiniones muy definidas en lo que es moral e inmoral. Hay que notar, no obstante, que las opiniones morales de Nietzsche se pueden explicar sin atribuirle la afirmación de que son ciertas. Según Nietzsche, no necesitamos descartar una afirmación simplemente porque sea falsa. Al contrario, a menudo afirma que la falsedad es esencial para la vida. Curiosamente, en sus discusiones figuradas con Wagner en El caso Wagner menciona la mentira deshonesta, como opuesta a la mentira honesta. Posteriormente menciona a Platón como referente sobre ésta última. Esto debería dar una idea de los múltiples niveles interpretativos, a menudo aparentemente paradójicos si no se toman las debidas cautelas hermenéuticas, de su trabajo.
En la disyuntiva entre ética normativa y ética descriptiva distingue entre la moral de señor y la moral de esclavo. Aunque reconoce que es muy difícil encontrar un ejemplo real de alguien que mantenga una u otra moral pura sin algún tipo de yuxtaposición (de hecho era consciente de estar haciendo historia al vislumbrar «genealógicamente» esta distinción), las presenta, a lo largo de la historia y actualmente en tanto que pulsiones humanas atemporales, una en contraste de la otra. Algunos de estos contrastes de una moral frente a la otra son:
  • Interpretación de lo «bueno» y lo «malo» en oposición a la interpretación de lo «bondadoso» y lo «malvado».
  • Moral de la aristocracia frente a la moral del rebaño, de los esclavos, los oprimidos, los rencorosos por constitución.
  • Determinación de valores independientemente de fundamentos predeterminados (Naturaleza) por oposición a valores establecidos sobre fundamentos determinados previamente y no discutidos (dogma).


Estas ideas fueron elaboradas en su libro La genealogía de la Moral, en el cual además introdujo el concepto clave del resentimiento como base de la moral del esclavo.
También es conocido como hemos dicho por su frase Dios ha muerto, mientras en la creencia popular se cree que es Nietzsche de donde procede esta frase, es puesta en verdad en boca de un personaje, un hombre loco, en La gaya ciencia. Fue más adelante dicha por el Zaratustra de Nietzsche. Estas frases malinterpretadas no proclaman una muerte física, sino un final natural a la creencia de dios. Está altamente malentendido como una declaración de regocijo, cuando es descrito como un lamento trágico por el personaje de Zaratustra.
Dios ha muerto es más una observación que una declaración. Nietzsche no dio argumentos para el ateísmo, sino meramente observó que, para todos los efectos prácticos, sus contemporáneos vivían como si Dios estuviera muerto. Nietzsche creía que esta muerte minaba los fundamentos de la moral y que acabaría por desembocar en el más completo nihilismo y relativismo moral. Para evitar esto, él creía en la revaluación de los fundamentos de la moral para comprender mejor los motivos y orígenes subyacentes de los primeros. De esta manera los individuos podrían decidir por sí mismos si un valor moral es obsoleto o está desviado por imposiciones culturales o quieren realmente tomar ese valor como cierto.

LA ETICA EN KANT 
La ética kantiana está contenida en lo que se ha denominado como sus tres obras éticas: Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, Crítica de la razón práctica y Metafísica de las costumbres. Kant se caracterizó por la búsqueda de una ética o principios con el carácter de universalidad que posee la ciencia. Para la consecución de dichos principios Kant separó las éticas en: éticas empíricas (todas las anteriores a él) y éticas formales (ética de Kant).


Este nuevo planteamiento acerca de la ética hace de Kant el padre de la filosofía moderna.
La razón teórica formula juicios frente a la razón práctica que formula imperativos. Estos serán los pilares en los que se fundamenta la ética formal kantiana. La ética debe ser universal y, por tanto, vacía de contenido empírico, pues de la experiencia no se puede extraer conocimiento universal. Debe, además, ser a priori, es decir, anterior a la experiencia y autónoma, esto es, que la ley le viene dada desde dentro del propio individuo y no desde fuera. Los imperativos de esta ley deben ser categóricos y no hipotéticos que son del tipo «Si quieres A, haz B».
En contraposición a la ética a Kant se encuentra la ética de Santo Tomás de Aquino.
El imperativo categórico tiene tres formulaciones:
  1. «Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal»[]
  2. «Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio». «Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».
Kant sintetiza su pensamiento, y en general «el campo de la filosofía en sentido cosmopolita», en tres preguntas: ¿Qué debo hacer?, ¿Qué puedo saber?, ¿Qué me está permitido esperar?, que pueden resumirse en una sola: ¿Qué es el hombre?
A la primera interrogante trata de dar respuesta la moral. A la segunda, el análisis de la Crítica de la razón pura en torno de las posibilidades y límites del conocimiento humano. A la tercera trata de responder la religión.
Kant concluye su estudio epistemológico haciendo especial hincapié en la importancia del deber, que es donde reside la virtud de toda acción. Al hacer coincidir la máxima de cualquier acción con la ley práctica, el ser humano habrá encontrado el principio objetivo y universal del obrar.

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